Diciembre es el mes de los
festejos: Navidad, Año Nuevo y despedidas con compañeros de trabajo marcan la
agenda y, con todo eso, llegan los excesos. El último tramo se asocia,
para muchas personas, con el consumo de una gran cantidad de alcohol y la
consabida resaca. Sin embargo, ¿de qué se trata este fenómeno? ¿Qué
explicaciones brinda la ciencia al respecto? ¿Cómo hacer para evitarla o que
sus efectos sean menos desagradables? Desde la Agencia de Noticias Científicas de la
UNQ te contamos todo lo que hay que saber para sobrellevar los
festejos.
La resaca se define como un
conjunto de síntomas desagradables que pueden aparecer después de tomar
demasiado alcohol. No hay una manera sencilla de saber cuánto alcohol se puede
tomar de manera segura para evitarla. Los síntomas de la resaca arrancan cuando
el alcohol en sangre baja a cero; es por esto, precisamente, que muchos
piensan que encarar el día posterior con una bebida alcohólica la evita cuando
lo único que se logra es persistir en la intoxicación.
Entre los síntomas que caracterizan
a la resaca se encuentran cansancio, sed o boca seca, dolor de cabeza, náuseas,
vómitos, mareos y baja tolerancia a la luz o al sonido. Si bien desaparece,
puede darse una situación de intoxicación por alcohol, que se produce cuando el
consumo es excesivo en un período corto de tiempo. Puede afectar a la respiración,
la frecuencia cardíaca, la temperatura corporal y el reflejo de nauseas; y, si
el cuadro empeora, se puede alcanzar un estado de coma o incluso la muerte.
Factores que contribuyen
Uno es la inhibición de la
vasopresina: la falta de esta hormona produce que el riñón elimine más agua de
la que ingresa. El efecto se siente porque las meninges (membranas que recubren
el cerebro) se deshidratan y aparece el dolor de cabeza. Con la deshidratación
también se desencadena el cansancio y la sed excesiva.
Por otra parte, el alcohol
hace que disminuyan los niveles de glucosa en sangre. Entre los 30 y 90 minutos
posteriores a la ingesta se produce una rápida transformación de glucógeno (la
forma en la que el azúcar se almacena en el hígado) en glucosa y esta se
elimina de forma rápida del organismo. En efecto, aparece el cansancio excesivo
y algunos temblores; de hecho, cuando la bajada es extrema pueden surgir
convulsiones.
Es innegable también que el consumo
de alcohol influye en el sistema nervioso y las funciones cerebrales. Al verse
afectada la acción de algunos neurotransmisores, el primer blanco son las
emociones, los procesos de pensamiento y el juicio. Si la ingesta de alcohol
continúa, se altera el control motor y esto se ve reflejado en problemas en el
habla y reacciones más lentas.
Quién presenta más riesgo
Usualmente, si se bebe alcohol
existe la posibilidad de una resaca, pero hay personas que son más propensas a
ella. La enzima alcohol deshidrogenasa es la encargada de detoxificar el
hígado y hay quienes producen menor cantidad de este componente, por ende, son
los más expuestos. Por otra parte, beber con el estómago vacío o consumir otras
drogas como la nicotina incrementa la chance de presentar resacas más fuertes.
Aunque se conozcan varios remedios
caseros, lo cierto es que solo hay un puñado de acciones efectivas. Como el
alcohol llega a la sangre más rápido si el estómago está vacío, es recomendable
comer antes y mientras se bebe. Por otro lado, incorporar un vaso de agua entre
bebidas evita la deshidratación al mismo tiempo que se disminuye el alcohol que
se ingiere. También, entre otros aspectos fundamentales, se recomienda tomar
despacio.
Si bien algunas personas toman
analgésicos para prevenir los síntomas de la resaca, la aspirina o el
ibuprofeno pueden hacer que se produzca más acido estomacal y esto causa
irritación y molestias. La mejor recomendación, más allá de los remedios
caseros, sigue siendo beber con moderación.