El calendario nos marca una fecha
importante para valorar a los protagonistas del chamamé. Aquellos hombres que,
con sus matices, lo colocaron en un pedestal mayor ganándose el respeto y
ovación del público argentino. En este caso nos referimos a Ernesto Montiel,
que falleció el 6 de diciembre de 1975, a los 59 años.
Este correntino nació el 26 de
febrero de 1916, en el paraje El Palmar, departamento de Paso de los Libres.
Sintió atracción por la música y más por las voces del acordeón, que a su madre
le gustaba ejecutar.
A escondidas de ella, el niño
trataba de aprender algunas notas, ya que se dice que no alentó al propio
Ernesto.
Su infancia transcurre en la
geografía rural de El Ombucito y realiza trabajos en la estancia Luján desde
los 14 años. Su madre, Petrona, ante la falta de su progenitor, confía su
cuidado a la abuela Rosa, apodada Mamá Rosa.
Tiempo después, viajó con sus
hermanas a Buenos Aires, el gran sueño de todo provinciano que busca triunfar
sin olvidar su pago querido. En 1938, su hermana Chana le obsequió un acordeón
de la firma Hohner de dos hileras y doce bajos.
Integró varios conjuntos hasta que
aceptó la invitación de Emilio Chamorro y el Trío Típico Correntino. Allí
Ernesto Montiel comienza a registrar sus discos en 1939 por un espacio de dos
años. Tras retirarse de este conjunto, formó Correntino Iberá, realizando dúo
de acordeones con Ambrosio Waldino Miño hasta 1942.
El cuarteto más famoso
A partir de finales de 1942 se
formó el Cuarteto Santa Ana, que contó con la dirección de Ernesto Montiel e Isaco
Abitbol. Fue en la calle Ministro Brin 840, en el barrio de La Boca. Algunos
sostienen que el nombre se debe a un establecimiento agropecuario ubicado
en Alvear y otros, a uno en la zona de Paso de los Libres.
La agrupación se completaba con las
guitarras de Samuel Claus y Luis Ferreyra. El debut fue al año siguiente ante
los micrófonos de Radio Prieto y en el mítico escenario del Teatro Verdi,
reducto de los provincianos. Justamente, en ese lugar Pedro Mendoza alquiló las
instalaciones para realizar ese tipo de eventos y promover así también su
cancionero correntino Iverá.
En lo que respecta a las
actuaciones de este cuarteto podemos referir una gran cantidad de grabaciones,
que marcaron una identidad, gracias a los cantores y temas musicales contemporáneos
que hasta hoy se siguen interpretando como Ah… mi Corrientes Porá, Angélica, Me
llaman el Campiriño, La bailanta, Así se baila el chamamé, entre tantos
otros.
La salida del bandoneonista Isaco
Abitbol colocó a Ernesto en el papel de director a partir de 1951,
interviniendo otros nombres ilustres del género como instrumentistas. A partir
de 1944 hasta 1964, la agrupación musical realizó grabaciones para el sello
Odeón y, posteriormente, en el sello Polydor hasta 1975, con un nuevo rótulo
Ernesto Montiel y su Cuarteto Santa Ana.
Las premiaciones
En el año 1967, Ernesto Montiel fue
calificado como "el verdadero acordeón mayor y señor del chamamé" en
el festival de Cosquín, provincia de Córdoba. También actuó en el Teatro Colón
para el presidente de la República y el príncipe de los Países Bajos. Además
fue galardonado con el Disco de Oro, después de superar el millón de copias
vendidas en el sello Polydor y recibió la Medalla de Oro al mérito obsequiada
por la Gobernación de Corrientes como uno de los artistas más representativos
del género.
A esto hay que agregar la bendición
papal por parte de Paulo VI, que recibió al grabar obras de carácter religioso
como Villancico correntino y Valsecito navideño en 1972.
El legado
Existen pocos registros fonográficos
que contengan la voz del señor del acordeón. La más recordada es una entrevista
realizada por Catalino Domínguez Guerra y que fue publicada en un disco simple
para la revista Nuestro folklore, en 1965. Allí Montiel dejaba una serie de
declaraciones como por ejemplo: "Corrientes tiene varias expresiones
musicales, pero para mí lo más representativo es el chamamé". "El
chamamé es como el tango, costó mucho hacerlo llegar a los salones, la radio y
la televisión. Ahora resta seguir trabajando por el mismo", aseguró .
Sobre la distribución de sus discos
en distintas partes del mundo, le preguntaron a Montiel si le gustaría
conocerlo personalmente , aseguraba que sería la mejor forma de hacernos
conocer, tenemos esa esperanza y Dios quiera se produzca.
La firma Anconetani en su sitio web
constata que, a lo largo de su carrera artística, se le fabricaron 7
acordeones diferentes, cada modelo nuevo con alguna modificación y adelanto
respecto del anterior. Estos cambios luego fueron adoptados por otros músicos.
La figura de Ernesto Montiel es el
fiel reflejo de la dedicación que deben tener hoy los intérpretes por nuestra
música. Su fina estampa, el carácter en los ensayos, la interpretación arriba
de un escenario, entre otras características, fueron su emblema y legado que
perdura en muchos de sus seguidores. Es constante la gratitud que le debemos a
este intérprete libreño, porque decir su apellido es sinónimo de la cultura de
la provincia de Corrientes.
Su deceso se produjo hace 49 años
atrás en la ciudad de Buenos Aires. Sus restos descansan en el Rincón de las
Celebridades en el cementerio de la Chacarita. Allí tiene un monolito erigido a
su memoria.